SALUD

Así es JuanDe, el terapeuta con nombre humano y aspecto robótico

Un hospital de Sevilla incorpora un robot humanoide en tratamientos con niños que presentan problemas neuromotores. Esta experiencia pionera aumenta la motivación de los menores a la vez que proporciona nuevos datos sobre su evolución a los profesionales, gracias a un sistema de Inteligencia Artificial.

José Muros | 18/06/2020 10:08
Pablo ha hecho un nuevo amigo durante los meses que ha pasado confinado en casa. Cuando, previsiblemente pasado el verano, vuelva a la escuela podrá presumir delante de sus compañeros de haber conocido a un robot que le ayuda a mejorar sus capacidades neuromotoras. A sus 5 años, Pablo (nombre ficticio) es uno de los pacientes del Centro de Atención Infantil y Temprana (CAIT) del Hospital San Juan de Dios de Sevilla que participa en un innovador programa donde la tecnología se convierte en un instrumento clave.

El robot con el que interactúa Pablo es la punta de lanza de un proyecto denominado Hero (‘Human Evaluation and Rehabilitation after Oncology’, es decir, ‘Evaluación Humana y Rehabilitación tras la Oncología’) ya presente en el Hospital Universitario Virgen del Rocío para el tratamiento de pacientes de Oncología Pediátrica, bajo la coordinación de la ingeniera en telecomunicaciones Cristina Suárez. Bautizado como “JuanDe” en honor al centro hospitalario donde ha dado sus primeros pasos, el androide propone a los niños y niñas realizar una serie de juegos con los que mejorar su capacidad de movimiento.

“La tecnología que incluye el robot permitirá monitorizar y medir de forma más objetiva los grados de movimiento de las articulaciones de los niños y niñas que tratamos en nuestro centro. En consecuencia,  obtenemos datos fidedignos, objetivos y contrastables para valorar la evolución de los menores en los tratamientos motores”, explica Rocío Carrasco, coordinadora del CAIT del Hospital San Juan de Dios. “Nosotros programamos a JuanDe para que realice las actividades con las que queremos que interactúe con los pacientes. El uso de una herramienta que es muy llamativa para los menores nos permite trabajar con ellos desde su propia motivación, y eso hace que se incremente el número de repeticiones de las actividades, por lo que esperamos mejores resultados.”

Si para niños como Pablo las sesiones con JuanDe no dejan de ser un juego, para los facultativos que le acompañan el robot es una fuente de información útil con la que analizar el progreso de las terapias, e incluso encontrar pistas para mejorar el tratamiento.

“Podemos extrapolar patrones de evolución que nos permitan comprobar qué tratamientos son más eficaces o, por el contrario, detectar si no existe un tratamiento que sea mejor que los demás”, señala Carrasco. “Lo que pretendemos es llegar a tener aprendizajes automáticos predictivos sobre la evolución de los menores, y poder detectar puntos de inflexión que nos induzcan a intervenir en unas áreas o en otras”.

La obtención de resultados no sería posible sin el sistema de Inteligencia Artificial con el que está dotado el cerebro del robot. Un elemento que, aunque imperceptible para el paciente, supone la verdadera razón de ser de su participación en las terapias.

La de JuanDe no es la primera experiencia desarrollada en Andalucía en la que los robots interactúan con pacientes de carne y hueso para el tratamiento de este tipo de dolencias. El pasado año, la joven ingeniera María Sacristán desarrollaba en Huelva un androide llamado a revolucionar la rehabilitación de niños y niñas con problemas de movilidad, por medio del ejercicio de los músculos de las manos.

Un biosensor, llamado ‘Leap Motion’, es el encargado de ‘leer’ los movimientos de la mano del paciente, haciendo posible el manejo del robot sin llegar a tener contacto físico con el mismo. Al igual que en la experiencia del centro hospitalario de Sevilla, el funcionamiento del robot onubense es programado por el profesional a cargo de la terapia, lo que permite generar tratamientos personalizados en función de las necesidades de cada paciente.

Pablo acaba de terminar una llamada por videoconferencia con JuanDe en la que, esta vez, en vez de jugar han bailado. Después de varias sesiones, comienza a perder la vergüenza y a ver con normalidad que su nuevo amigo mida menos de 60 centímetros de altura, pese apenas 4 kilos y disponga de luces led que iluminan sus ojos. El coronavirus ha hecho que sus encuentros aún no hayan sido presenciales, pero el pequeño ya cuenta los días para poder conocer a JuanDe en persona o, mejor dicho, en robot.


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